LA PERDONANZA

Perdonanza es un término antiguo que significa indulgencia y tolerancia. El sufijo "anza" añadido a perdón, significa "perdón en acción". En este libro se quiere analizar ese perdón en su extremo más difícil, el perdón de los enemigos.

Dicen que todos sabemos perdonar, aunque perdonar a los enemigos es algo que nos cuesta hacer. Si alguien nos causa un grave daño físico o moral, o a un ser querido, olvidar y perdonar es muy difícil, hasta el punto que hay personas que se llevan el agravio a la tumba. Para entender "la perdonanza", hay que mirar el perdón desde otros puntos de vista. Si decimos que perdonar es "dejar de estar enfadado o resentido (hacia alguien) por una ofensa, falta, o error", resulta que la persona que consigue perdonar, es la primera beneficiada, ya que deja de estar enfadada o resentida. Se trata de pensar o poner el centro de atención, en la persona que perdona y no en el ofensor, del que también nos ocuparemos. Dejamos de estar encadenados al ofensor y nos sentimos libres.

Si nos lo proponemos, perdonar a los enemigos, requiere práctica y es algo que podemos conseguir. Dejaremos de vivir con odio, rencor y angustiados por el miedo a lo que nos suceda. "La perdonanza" nos ofrece ser pacíficos, tolerantes y comprensivos. Al mismo tiempo, mejoramos nuestras relaciones personales y conseguimos la paz interior. Sólo tenemos que intentarlo.

lunes, 2 de septiembre de 2013

¿ES POSIBLE PERDONAR LA INFIDELIDAD?

¿Se puede perdonar a una persona infiel?, ¿en qué condiciones?, ¿tiene sentido hacerlo? Marta y Miguel, llevan catorce años casados y tienen dos hijos en común de 9 y 7 años. Miguel tiene un buen puesto de trabajo y Marta trabaja en una Gestoría de auxiliar administrativa. Miguel viaja frecuentemente y en uno de sus viajes conoce a otra mujer, con la que inicia una relación amorosa. Pasado un tiempo dicha mujer se queda embarazada, y los rumores llegan a la empresa y no hay quién falte para darle la noticia a Marta. Miguel reconoce la situación y la familia queda destrozada. Pasada la conmoción inicial, ante lo irreversible de la situación se inician los trámites de separación.



Según nuestro diccionario una persona fiel es la “que guarda fe, o es constante en sus afectos, en el cumplimiento de sus obligaciones y no defrauda la confianza depositada en él”.
La persona que rompe su promesa de fidelidad, hecha por razón de matrimonio o pareja, se arriesga a romper su relación con esa persona, y tendrá que aceptar las consecuencias que puedan sobrevenir, que serán mucho más conflictivas y dolorosas si existen hijos en común.
La persona engañada que sufre la vejación, entre otros sentimientos o emociones, se siente traicionada, manipulada, engañada, hundida, miserable, con falta de autoestima y con miedo a lo que pueda suceder en el futuro a ella y a sus hijos. El que engaña, si le preguntamos a Marta, se merece todos los calificativos que nos podemos imaginar sin tener que expresarlos, el primero es acordarse de quien le trajo al mundo.
La persona que engaña también lo pasa mal y hasta pueda que se arrepienta, pero ya sólo le queda una huída hacia delante. Al menos, cuenta con otra persona que le está esperando pero claramente va a sufrir los resultados adversos de su traición.

La infidelidad no suele suceder espontáneamente. Las causas de la infidelidad son múltiples y variadas, pero todas ellas intentan satisfacer las carencias en la pareja. Por citar las más comunes: malas relaciones de la pareja, broncas y discusiones frecuentes, la monotonía, falta de armonía en la vida sexual, influencia de familiares o terceros, la rutina en la relación en variados aspectos, sensación de fracaso de la pareja, falta de comunicación, falta de libertad, decepción porque las cosas no son como se esperaban, problemas económicos, etc. etc.

Pues bien, ¿es posible para Marta poder perdonar a Miguel? La respuesta es claramente que SI, por la cuenta que la trae, es decir, por los beneficios que tiene para ella y vamos a tratar de aclarar lo que decimos. Según la definición del diccionario de Oxford de la lengua inglesa, perdonar es “dejar de estar enfadado o resentido hacia alguien por una ofensa, falta o error”, y claramente si Marta consigue perdonar a Miguel, la primera beneficiada es ella porque deja de estar enfadada y elimina el rencor o resentimiento de su corazón, y esto si que merece el esfuerzo de intentarlo, ¿no os parece? Si, si, todo eso está muy bien, pensaréis, pero ¿eso cómo se hace?

La respuesta es que se hace a través de “la perdonanza”, perdonar al que crees que es tu enemigo, y como el tema es muy amplio (ver  http://www.laperdonanza.blogspot.com.es/ ), lo tenemos que resumir. Es preciso entender que perdonar es un proceso, que requiere un tiempo para llevarlo a cabo, y cuánto antes empecemos y lo consigamos, mucho mejor. Es entendible que a Marta, en los primeros días, semanas, meses o quizás años, no se le pueda hablar de perdón. Cuando está hundida, humillada, afligida, temerosa..., ¿tiene sentido decirla que tiene que perdonar? Eso es añadir dolor innecesario al dolor, porque sin duda no lo entendería y sólo sufriría ella de nuevo recordando. Es necesario esperar un tiempo (que dependerá de ella), que las cosas se tranquilicen, que se resuelvan asuntos pendientes, que aparezcan nuevas ilusiones, convencerse que su caso no es el primero ni será el último. Si le perdona eso no significa que tenga que volver a rehacer su vida con él, aunque la vida da muchas vueltas. Pero si lo hace recuperará la paz y tranquilidad,  y aprenderá la lección que la vida le ha suministrado para que no se repita lo mismo. Se consigue dando los siguientes pasos:

1) Perdonándose a si misma.- Marta habrá cometido errores en su relación con Miguel, las cosas podrían haber sido diferentes, su actuación distinta, sus reacciones contrarias, y no importa el porcentaje que ella pueda asumir en lo sucedido. Sea cual sea, Marta se tiene que perdonar a si misma, por lo que hizo, por lo que dejó de hacer, lo que aguantó, lo que atacó, etc. Hay personas que se siguen culpando de lo sucedido, recordando el pasado, hundidos en su autoestima e incapaces de iniciar una nueva vida. Pues bien, te perdonas y te quieres completamente, tienes que sacar consecuencias, aprender la lección y recuperar finalmente, el sosiego, la paz, la alegría…
Conseguirás perdonarte completamente cuando consigas perdonarle a él.

2) Aceptando la realidad.- Lo sucedido es lo que ha sucedido y ya no se puede cambiar. Además la realidad es muy tozuda y te golpea cada vez que quieres que las cosas sean diferentes. Tarde o temprano tendrás que reconocer que el hecho de que sigas sufriendo, sólo lo haces en tu mente y lo único que sucede es empeorar las posibles relaciones y quizás hacer sufrir a tus seres queridos. ¿Cuándo vas a despertar de este mal sueño?. Cuando lo hagas, quizás empieces a ver aspectos positivos, que lo que te ha ocurrido es por alguna razón, y que lo que ahora consideras un fracaso, puede que se convierta en uno de tus mayores éxitos. La vida nos pone en situaciones para que aprendamos y sigamos descubriendo cual es la realización de nuestro ser.

3) Haciéndote responsable.- Es decir, tomando el control y asumiendo la responsabilidad de tu vida. No es sencillo porque quizás te sigues considerando la víctima, la agraviada, la ultrajada, pero lo lograrás si consigues dejar de hacerle culpable a él de lo sucedido. Y hay una fórmula mágica para que lo consigas: “tienes que dejar de poner tu foco de atención en él y sólo ponerlo en ti misma”. Miguel pertenece al pasado e hizo lo que hizo por muchos motivos, que probablemente ni siquiera tú conoces, porque no te los habrá dicho o a veces porque ni él mismo lo sabe. Hacerte responsable significa que tienes que dejar de ser la víctima, porque aunque tuvieras razón (y seguro que la tienes en parte), continuar de víctima te impide ser tú la que toma las riendas de tu vida, la que decide, la que sabe que lo importante es cómo reaccionamos a lo que nos sucede, y nunca lo que sucede. En definitiva, vivir el presente y vivir viviendo la vida. Hacerte responsable es reconocer que de eso que le estás acusando, tú también te lo haces a ti misma o se lo estás haciendo a otros o lo has hecho en el pasado, aunque esto en principio no lo entiendas.

4) Fase de indagación.- Ahora se trata de ser valiente y no mirar para otro lado, hay que poner el foco de atención en ti y las respuestas no se encuentran afuera, están dentro de ti.  Marta tiene que dejar a Miguel, pero de una vez por todas, dejar de pensar que él le ha arruinado su vida y centrarse en ella misma, en aprender, en conocerse a si misma, sin buscar excusas. Se podría hacer, entre otras muchas, las siguientes preguntas:
¿Por qué me ha ocurrido esto?, ¿cómo es que no me dí cuenta de lo que estaba pasando?, ¿o si que me daba y no quería reconocerlo?, ¿podría haber hecho algo diferente?, ¿he soportado alguna clase de maltrato?, ¿fui sincera con él?, ¿fui sincera conmigo misma?, ¿llegué a comprenderle?, ¿a qué tenía yo miedo?, ¿por qué no supe hacer frente a la realidad?, ¿de dónde me viene mi inseguridad? ¿me ha abandonado él o soy yo la que me he abandonado a mí misma?, ¿he prestado la debida atención, a mi misma o a mis hijos por ejemplo?, ¿si le acuso de egoísta, he sido yo egoísta?, ¿si le acuso de traidor, a quién he traicionado yo?, ¿a mí misma por no saber hacer frente a la situación?, ¿tengo derecho a ser feliz?, ¿puedo rehacer mi vida?, ¿a qué estoy esperando?, ¿me ha servido de algo actuar como he actuado?, etc.
No se trata de que encuentres justificaciones a tus actos, no se trata de buscar las razones que tuviste. Se trata de que te conozcas, que pienses en ti y dejes de pensar en él, que ya suficiente tiene con lo suyo.

5) Y por fin “la perdonanza”.- Puede que hayan pasado días o semanas desde que has empezado este camino, pero tarde o temprano, vas a sentir la necesidad o la intuición de que el momento ha llegado. Es un acto personal que se hace desde el corazón, en un espacio tranquilo, sin interrupciones. Reconoces que esa persona ha llegado a tu vida por alguna razón y que si faltó a su promesa, fue también por algún motivo. Se trata de establecer una comunicación mental, en la que le dirás que has decidido dejar de estar enfadada, que no le guardas rencor, que por tu parte ya no queda ningún reproche y que le deseas que le vaya lo mejor posible en la vida, que es la mejor forma y más rápida de que tú consigas lo mismo. Finalmente reconocerás que él se ha convertido en tu ayudante, que ahora eres mejor persona, que te conoces mejor, que has dejado de tener miedo, que el resultado de lo que suceda de ahora en adelante, depende única y exclusivamente de ti, y que tu vida puede ser maravillosa.

“La perdonanza” es gratificante y sanadora. Muchas personas lo han conseguido y son dignas de admiración, y ya conozco a unas cuántas, ¿por qué no lo vas a conseguir tú?



jueves, 7 de marzo de 2013

Presentación del libro "La Perdonanza"

El próximo miércoles día 13 de marzo se hará la presentación del libro "La Perdonanza" en Ecocentro. La entrada es libre y hasta completar el aforo.


miércoles, 23 de enero de 2013

CONFERENCIA

El próximo 16 de Febrero 2013, y dentro de la Muestra Internacional de Cine que Inspira "De Madrid hasta el Cielo", está programada una conferencia con el título "La Perdonanza. Perdón en acción", que impartirá Gregorio Lubiano, en el Auditorio del colegio La Salle Maravillas, calle Guadalquivir, 9 a las 19 h.

La conferencia está basada en el nuevo libro "La Perdonanza", que trata del perdón a los enemigos. Los temas sobre los que versará la conferencia son:
- ¿es posible perdonar a los enemigos?
- El perdón completo y verdadero.
- Entender y comprender al enemigo.
- Los pasos necesarios para conseguir perdonar.

Para mayor información, contactar a través de f.albacea@gmail.com, o llamando al 609-487906.

domingo, 16 de enero de 2011

DOS CAMPESINOS



En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, - bonita forma de empezar y que pena que Miguel se me anticipara-, vivían dos enjutos campesinos, vecinos por suficientes señas, sabios como el que más, y que el destino había juntado por no sé qué razones o cosas raras de la vida.

El caso es que el uno era optimista y jovial. Afrontaba la vida y sus circunstancias con admiración, asombro y gratitud. Había llegado a la conclusión que de esta forma tenía más energía para trabajar en las duras tareas que tenía que realizar y que al mismo tiempo con su actitud podía disfrutar de todas las maravillosas cosas que su vida le brindaba.

La predisposición de su vecino no podía ser más diferente. Una mañana cuando caminaban juntos camino de sus huertas, el primero decía:

“¡Mira que maravilloso día! ¡Has visto que amanecer más bonito!”. El otro replicaba:

“¡Probablemente hará tanto calor que los campos se agostaran!”

Una tarde, que se veían nubes en la lontananza, el primero comentaba:

¡¿No es maravilloso que parece que la Madre Naturaleza le va a dar de beber a nuestras hortalizas?!

“Mientras no caiga el pedrisco y nos arruine la cosecha”, contestaba con cara de preocupación el otro.

En un viaje que el primero hizo a la capital de la provincia, iba pensando que podía llevarle a su tieso vecino que le hiciera tener ilusión . Mira por donde, entró en una tienda de animales y encontró algo único que seguro iba a maravillar a su amigo. Así que sin dudarlo y pagando sin rechistar el precio que le pidieron, le compró un hermoso perro. No se crean Vds. que era un chucho cualquiera. Era el perro mejor entrenado y con talento para hacer innumerables proezas que se puedan imaginar. Por fin su vecino se iba a asombrar.

Así que al día siguiente, le dio su regalo y empezó a enseñarle todas las cosas que el perro sabía hacer. El perro saludaba y daba la mano, “Bah”, decía el otro, “eso lo hace el perro de fulano”. El perro se echaba o saltaba dos metros de altura, o sabia contar con ladridos, “Bahh” repetía el otro, “eso lo hace el perro de zutano”. Que se le tiraba un palo a gran distancia y el perro lo traía hasta los pies a una velocidad del rayo, “Bahhh” decía el otro “eso se lo he visto hacer a muchos perros”. A todo esto, nuestro primer amigo, le dice sonriendo:

“Bueno, pues acompáñame al río, a ver que piensas de esto”. Y hacia allí se fueron los dos campesinos con el perro saltando y brincando a su lado. Cuando llegaron a la orilla, el que había comprado el perro, cogiendo un palo lo arrojó al medio de la corriente, gritándole al perro: ¡¡¡busca!!!

El perro sin dudarlo un momento, se adentra en el río, y “caminando sobre las aguas” recupera el palo y lo lleva ante los pies de ambos, sin apenas haberse mojado las patas.

“Bueno, ¿qué te parece esto?, le pregunta el primero con cara de satisfacción.

Y el otro, con el ceño fruncido le contesta, “¡hummmm! ¿tú estás seguro que este perro sabe nadar?

¡Qué vida tan diferente! Seguro que estáis de acuerdo que una actitud positiva puede hacer a menudo, la diferencia entre la felicidad y la miseria, entre la salud y la enfermedad e incluso entre la vida y la muerte. Viktor Frankl es un ejemplo de ello, ya que sobrevivió a los campos de concentración alemanes. Sus padres, su hermano y su esposa no tuvieron tal suerte, pues salvo una hermana todos perecieron.
¿Cómo habiendo perdido tanto, padeciendo hambre, frío y brutalidades sin fin, pudo aceptar que la vida fuera digna de ser vivida? En su libro “El hombre en busca de sentido”, asegura algo digno de mención: “todo puede ser quitado a una persona excepto una cosa: la facultad de elegir la actitud con que respondemos ante cualquier hecho o circunstancia que nos suceda”.

Perdonar es una de las más importantes decisiones que uno puede tomar y si se hace a menudo, se acaba convirtiendo en una actitud. Su práctica eliminará de tu mente toda sensación de debilidad, de tensión y de fatiga. De paso, arrasará con todo vestigio de temor, culpabilidad y dolor.

¿Hay quién dé más? Seguro que nuestro triste campesino tendrá una respuesta. Pero ¿Cuál es la vuestra?

jueves, 16 de diciembre de 2010

EL GORDO DE LA LOTERIA

Esto es un cuento judío que seguro conocéis, en versión libre original, y que nos viene bien recordar por la época en que nos encontramos. Nuestro héroe se llama Alberto, y mirándole de frente, veréis que ya tiene algunas entradas, y aunque todavía no es mayor, ya peina canas. Está casado desde hace más de veinte años y como muchos matrimonios de su época, se conformaron con “la parejita”, de los cuales el chico mayor está a punto de entrar en la Universidad. Trabaja en una compañía de seguros, en el departamento administrativo y su vida transcurre de una forma de lo más anodina y simple.

Pues mira por donde, una noche cualquiera hace una semana, Alberto tuvo un “sueño lúcido”, de esos en que uno es consciente de estar soñando, y podía darse cuenta y rememorar con claridad lo que estaba viviendo. Alberto había entrado en una de esas librerías antiguas cerca del Rastro, de las pocas que aún quedan por Madrid, y según iba echando un vistazo a los títulos de los libros, colocados en estanterías sin mucho orden ni concierto, no podía por menos de fijarse en el que parecía el dueño del local, un viejo con una blusón largo, algo raído y desteñido. Después de un buen rato, el viejo un poco renqueante se le acerca y de repente le dice:
“¡Pero todavía no ha encontrado Vd. un libro!”
Alberto, algo confuso, asintió con la cabeza, y el viejo, con mirada condescendiente, le apuntó:
“Busque Vd. en ese primer libro de la estantería que tiene a su derecha. Si encuentra algo de interés no se lo puede llevar, porque ese libro no está a la venta”, y se alejó rezongando algo que Alberto no supo entender.

Alberto pensó que no perdía nada por seguir el consejo, así que cogió el libro que le había indicado el viejo. Se acercó a un punto que había más luz y pudo observar que tenia entre sus manos un libro encuadernado en rústica al que le faltaba la cubierta original, gastado y sucio, cuyo título le sorprendió: Jeux de Calcul et de Hasard. Se trataba de un manual sobre los juegos de azar, escrito por un tal M. Lebrun, de 1840 y editado en París.

Alberto se entretuvo hojeando el libro que versaba sobre juegos de cartas, de dominó, damas, ajedrez, etc., cuando entre sus hojas un papel escrito a mano, llamó su atención.
Sería del tamaño de un billete de lotería, escrito con historiada letra, en el cual se podía leer:

Este año el número de la lotería del Gordo de Navidad
es el que encontrarás en el reverso.

Con mano algo temblorosa, dio la vuelta al papel y allí estaban: cinco números, claritos, redondos, inolvidables….

Alberto estaba confuso, había entrado de casualidad en una tienda, y el librero le había dirigido a un libro que no podía comprar, con un papelito que parecía un mensaje llegado a tiempo. Pero ¿que iba a hacer?, su cabeza hervía de ideas, y aceleradamente puso el libro en su sitio, y salió sin apenas despedirse. Una vez fuera en la calle, el frío le despejó y esbozó una sonrisa, tratando de adivinar lo que el viejo librero se habría quedado pensando de él. Sería una broma que le había gastado, se preguntó, y el papelito que tenía completamente grabado en su memoria, no hacía más que darle vueltas por la cabeza.

Esa noche, cuando llegó a su casa, después de saludar a su familia, se conectó a Internet y puso en Google: “como averiguar donde venden un número de lotería” y en menos de un cuarto de segundo, ¡¡¡¡zasss!!!! 871.000 resultados y el primero era “Búsqueda del número soñado: Ministerio de Economía y Hacienda”. No lo podía creer, pero pulsó para entrar en la página y sin tener más que buscar encontró: “Teclee el número a localizar”. Pensando si lo que estaba pasando era una jugarreta del destino, introdujo los cinco números y pulsó la casilla que ponía “Consultar”. De nuevo, ¡¡¡¡zasss!!!! , la Administración de Loterías y Apuestas del Estado donde podía adquirir el número estaba en: ¡¡¡Chinchón!!!

Pensando que su familia le iba a tomar por loco, decidió no contar nada y a la mañana siguiente, se fue a la oficina como todos los días. A eso de las diez, después de haber tenido más de mil pensamientos, se atrevió a llamar a la Administración de Chinchón y temiendo lo que le podían decir, preguntó por el número a la mujer que se puso al teléfono. “Que raro”, le contestó esta, “ayer vino un señor desde Cataluña y me compró todos los décimos de este número, excepto tres décimos que les tengo expuestos y que sin querer no se los vendí, ¿les quiere Vd?”.

El corazón de Alberto palpitaba como si se quisiera salir de su pecho. Con voz nerviosa le contestó que SI y que se los guardara. La mujer algo mosqueada, le contestó que como mucho se los guardaba ese día y que cerraban a las ocho de la noche. Alberto le aseguró que iría antes de esa hora y en su cabeza empezó a planificar el viaje. Como solía salir a eso de las seis de la tarde, ¿le daría tiempo? Menos mal que ese día había llevado el coche a trabajar. ¡No podía dejar escapar esta oportunidad!

Aunque al final del día su jefe intentó que le hiciera un trabajo extra, Alberto se disculpó como pudo y salió deprisa de las Oficinas. El viaje hasta Chinchón se le hizo eterno y todo era porque su cabeza giraba como un torbellino por las ideas que sin parar acudían a su mente, ¿le habría guardado la lotera los décimos? ¿Y si no le vendía los tres? ¿Se lo diría al resto de la familia? ¿Con quién iba a compartir la suerte? ¿Y porqué van tan lentos los coches? ¿Y si pillo un atasco y no llego a tiempo?......

Por fin llegó a Chinchón y no le fue muy difícil encontrar la Administración pues todo el mundo sabía donde estaba. Sólo se tranquilizó cuando la buena mujer le vendió los tres décimos y despacio, sin dar explicaciones, salió del local. Se tomó un café en un bar de la antigua plaza, aprovechando el tiempo para llamar a su mujer y decirle que esa noche llegaría más tarde, sin explicar donde se encontraba. Al poco rato, emprendió el camino de vuelta.

Conducía despacio pero sin prestar mucha atención, porque su mente estaba ocupada. Aunque la cifra la conocía de sobra, de nuevo se preguntó a cuánto ascendía la suma si le tocaba el Gordo. Rehizo el cálculo y la cifra total le hizo sonreír: ¡novecientos mil euros!, casi un millón, ¿y qué iba a hacer con tanto dinero? Tampoco era tanto, iba a tener que seguir trabajando, pero empezó a dudar de compartirlo con sus allegados. Dándole vueltas al asunto, llegó a su barrio y algo curioso empezó a ocurrir.

Cuando iba a entrar en su calle, se encontró con que los edificios de viviendas continuaban, ¡qué raro!, pensó, “me he debido pasar la calle”. Volvió en dirección contraria más despacio, y cuando llegó a la altura, en ese sentido también continuaban los edificios. Llegó al siguiente cruce, pensando que se estaba equivocando y dio una vuelta a la manzana para entrar por el otro extremo. Confundido, tampoco encontraba la entrada a su calle, ¡esto no podía estar pasando! Paró el coche y llamó por teléfono a su casa. El teléfono sonaba y sonaba pero nadie lo atendía. Llamó al móvil de su hijo, que era el único de la familia que tenía, y una voz femenina, le decía: “fuera de cobertura”.

Estaba empezando a ponerse nervioso cuando vio que alguien se acercaba. Se bajó del coche le preguntó por su calle y el desconocido le aseguró que llevaba mucho tiempo en ese barrio, y que nunca había oído hablar del nombre de esa calle. Por más señas que le daba, el otro seguía en sus trece, y la prueba era que allí no estaba la calle. Entró en el coche de nuevo y se puso a llamar a sus amigos y conocidos. ¡No podía ser!, ¡todos los teléfonos estaban fuera de cobertura! Desesperado arrancó el coche y se dirigió a la Comisaría de Policía, pensando que allí seguramente le ayudarían. Cuando le contó al guardia que no encontraba su calle, éste le miró pensando qué estupefacientes habría consumido recientemente. Alberto, levantando la voz afirmaba “¡que si, que si, que he perdido mi calle! y no sólo mi calle, ¡también he perdido a mi familia!” Y lo repetía una y otra vez a todo el que se acercaba. Por fin le pasaron al despacho del Comisario y tuvo que contar toda la historia, porque estaba claro que no le creían, respondiendo a las preguntas que le hacían.

“Miré Vd. hombre de Dios”, le decía el Comisario ya algo cansado, “si su calle existiera, tendría que figurar en la Guía, ¿no le parece?

“Pues claro”, contestó Roberto muy seguro pensando en cómo no se le había ocurrido antes.

“Pues vamos a buscar”, y cogiendo una guía de calles, muy serio y circunspecto, el Comisario ojeaba pausadamente las páginas por orden alfabético. “Lo ve, aquí no figura ninguna calle con ese nombre”. “Compruébelo Vd. mismo”.

Alberto, que no se lo podía creer, cogió la guía con fuerza, y se puso a mirar y remirar. Allí no aparecía su calle. Su calle había desaparecido y su familia también.
El Comisario, con cara de pocos amigos, le espetó: “váyase ahora mismo de aquí y como cause algún problema será detenido”.

Alberto sin decir una sola palabra, salió y se montó en su coche. Sin saber a donde dirigirse, acabó volviendo a su querido barrio a seguir buscando su calle, y efectivamente allí no estaba, ni rastro de la misma. Pero su mayor problema era que su familia tampoco. La noche era fría y ya no pasaba un alma por la calle. Sin poderlo evitar, dentro de su coche con la cabeza y brazos sobre el volante, empezó a sollozar al no poder entender que era lo que le estaba ocurriendo. ¡Cómo iba a sobrevivir sin su familia!, ¡sin su casa!, ¡sin todas las cosas que eran parte de su vida! Bueno, no sin todo, tenia tres décimos de lotería que le iban a suponer un buen pellizco, pero con rabia se puso a maldecir la hora en que había entrado en la librería. ¿De qué le valdría tanto dinero si perdía a su mujer y a sus hijos? ¿Y qué iba a ser de su vida? ¡Todo por los malditos novecientos mil euros!

Alberto pensó que había ido en busca de un tesoro que podía ser irreal y sin embargo había perdido el tesoro que era su vida. Allí continuó llorando convulsamente y de repente el ruido del despertador le sobresaltó.

Cuando cobró la conciencia, Alberto se tiró de la cama como con un resorte, tratando de entender lo que había pasado: ¡todo había sido una pesadilla! Se fue al cuarto de baño y se miró al espejo: no pudo por menos de soltar una carcajada pensando que por la noche cuando volviera de su querido trabajo, encontraría todo en su sitio, como debía ser. Por fin respiró aliviado. Su mayor tesoro estaba al alcance de su mano.

Ese día cuando llegó a la Oficina y conectó el ordenador, de pronto, los cinco números vinieron a su mente con una claridad radiante, ¿daría la casualidad de que ese número de lotería le venderían en Chinchón?

Y aquí vienen las preguntas de siempre, ¿pensáis que Alberto se atreverá a comprobarlo? Y si fuera verdad ¿se atrevería a llamar a la lotera?

domingo, 14 de noviembre de 2010

LA SUEGRA CHINA

Este es un sencillo cuento que he encontrado en internet y que desconozco su autor. Lo curioso es que se puede aplicar no sólo al caso de una suegra, sino también al jefe, al vecino, al amigo o al enemigo, es decir, a cualquiera.

Hace mucho tiempo, una joven China llamada Lee se casó y fue a vivir con el marido y la suegra. Después de algunos días, no se entendía con ella.

Sus personalidades eran muy diferentes y Lee fue irritándose con los hábitos de la suegra, que frecuentemente la criticaba. Los meses pasaron y Lee y su suegra cada vez discutían mas y peleaban.

De acuerdo con una antigua tradición china, la nuera tiene que cuidar a la suegra y obedecerla en todo. Lee, no soportando más vivir con la suegra, decidió tomar una decisión y visitar a un amigo de su padre.

Después de oírla, él tomó un paquete de hierbas y le dijo: "No deberás usarlas de una sola vez para liberarte de tu suegra, porque ello causaría sospechas.

Debes darle varias hierbas que irán lentamente envenenando a tu suegra.

Cada dos días pondrás un poco de estas hierbas en su comida. Ahora, para tener certeza de que cuando ella muera nadie sospechará de ti, deberás tener mucho cuidado y actuar de manera muy amigable. No discutas, ayúdala a resolver sus problemas. Recuerda, tienes que escucharme y seguir todas mis instrucciones".

Lee respondió: "Si, Sr. Huang, haré todo lo que el señor me pida".
Lee quedó muy contenta, agradeció al Sr. Huang, y volvió muy apurada para comenzar el proyecto de asesinar a su suegra.

Pasaron las semanas y cada dos días, Lee servía una comida especialmente tratada a su suegra. Siempre recordaba lo que el Sr. Huang le había recomendado sobre evitar sospechas, y así controló su temperamento,
obedecía a la suegra y la trataba como si fuese su propia madre.

Después de seis meses, la casa entera estaba completamente cambiada.
Lee había controlado su temperamento y casi nunca aborrecía a su suegra. En esos meses, no había tenido ni una discusión con ella, que ahora parecía mucho más amable y más fácil de lidiar con ella.

Las actitudes de la suegra también cambiaron y ambas pasaron a tratarse como madre e hija.

Un día Lee fue nuevamente en procura del Sr. Huang, para pedirle ayuda y le dijo: "Querido Sr. Huang, por favor ayúdeme a evitar que el veneno mate a mi suegra. Ella se ha transformado en una mujer agradable y le amo como si fuese mi madre.
No quiero que ella muera por causa del veneno que le dí".

El Sr. Huang sonrió y señaló con la cabeza: "Sra. Lee, no tiene por que preocuparse. Su suegra no ha cambiado, la que cambio fue usted.

Las hierbas que le dí, eran vitaminas para mejorar su salud. El veneno estaba en su mente, en su actitud, pero fue echado fuera y sustituido por el amor que pasaste a darle a ella".

En la China existe un adagio que dice: "La persona que ama a los otros, también será amada".


Esta vez no se me ocurre ninguna pregunta.

domingo, 10 de octubre de 2010

LA PENA DE MUERTE ES UNA PENA

Hace poco me reuní con dos amigos para vernos de nuevo y tomar un café juntos. La charla era relajada y cordial pero se tensó un poco, porque no me acuerdo como fue, que empezamos a hablar de la pena de muerte, de los pros y contras, y resultó que uno de ellos era partidario de la pena de muerte, sobre todo para determinado tipo de crímenes, y el otro era un ardiente defensor de la abolición. Salió a relucir el diferente tratamiento en algunos Estados de Estados Unidos, pues en 38 de ellos sigue vigente, pero es que en el mundo todavía se aplica en cerca de 90 países, algunos de ellos como China, Egipto, India y Cuba que la mantienen para delitos comunes. En Irán, Arabia Saudí y otros, la homosexualidad puede llegar a pagarse con la vida. Hablamos de lo que ha evolucionado la humanidad en este sentido si volvemos la mirada hacia la historia, así como otros variados argumentos.

Ya os anticipo que mi posición al respecto ha variado a lo largo de mis años y quizás por eso, entiendo y respeto completamente cualquier postura que una persona pueda tener en este tema , pero os voy a contar una historia que es la misma que les conté a ellos, con el ánimo de que la discusión no fuera a mayores.

El 14 de Abril de 1995, en el Estado de Florida, Lynda que tenia 17 años, dejó entrar en la casa de sus padres con los cuales vivía, a LeRoy, un chico dos años mayor que ella, al que conocía porque en alguna ocasión la había suministrado algunas drogas. Estaban solos en la casa y pronto empezó una discusión sobre alguna deuda que Lynda tenía con el chico. En la pelea el chico trató de forzarla sexualmente y ante su resistencia, agarró un gran cuchillo de la cocina, y allí mismo de una desafortunada cuchillada la degolló. El chico asustado huyó y la pobre chica se desangró aunque pudo pedir ayuda por teléfono y decir el nombre del asesino. Cuando llegaron las Asistencias no pudieron impedir que camino del hospital, la chica falleciera.
A las pocas horas, la Policía detuvo a LeRoy, con sus huellas en el arma del crimen y testigos que le habían visto salir de la casa. LeRoy acabó confesando y en su defensa alegaba que estaba bajo los efectos de la droga que había consumido y que con la discusión había perdido la cabeza.

La vida para los padres y otros familiares de la chica de pronto cambió. Alguien a quien no conocían, en un momento, les había arrebatado a su preciosa hija y sentían que su vida ya no sería la misma a partir de entonces. El chico ingresó en prisión y la maquinaria judicial se puso en marcha. Pasaron casi tres años hasta que llegó la fecha del juicio y la Fiscalía solicitaba la pena máxima, la inyección letal para el culpable.

A todo esto, resultó que el padre había sido un activista a favor de la supresión de la pena de muerte, y había acudido a manifestaciones contra dicha pena. Cuando el destino le sacudió con la muerte de su más querida hija, se debatió entre sentimientos encontrados. La rabia y el odio que sentía hacia el asesino de su hija se contraponía con su forma de pensar. Si LeRoy no había tenido derecho a quitar la vida de su hija, ni él ni la sociedad tenían ese derecho ahora. Para colmo, su mujer y otros familiares si que eran partidarios de la aplicación de la pena de muerte y no podían entender que él fuera partidario del perdón.

Llegó el día del juicio y pudo ver cara a cara al asesino. Su comportamiento durante el juicio era altanero y frío y tampoco demostraba arrepentimiento. Su defensa basó sus argumentos en el estado en que se encontraba por los efectos de la droga consumida y la pérdida de control, por la discusión y la negativa de la chica al acto sexual. El hecho de que no hubiera pedido auxilio y huyera de la casa iba en su contra. Sin embargo, el padre que había tenido tiempo de aclarar sus ideas, en ese momento del juicio, lo que más temía era que el veredicto fuera el de la pena de muerte, pues eso le obligaría a tomar partido y las acciones legales que fueran oportunas, para que no se aplicara. Eso le llevaría a solicitar el perdón y la conmutación de la pena, y tener que enfrentarse a su familia.

Pero el destino decidió que esa no iba a ser su ocupación. LeRoy fue condenado a 30 años de prisión, casi media vida que le quedaba la pasaria entre rejas. El último día del juicio, antes de que LeRoy abandonara la sala, este padre hizo algo que le brotó de pronto del fondo de su ser. A través de su abogado, solicitó al Juez poder decir unas palabras al condenado. El Juez accedió a que lo hiciera brevemente fuera de la Sala de Juicio y encadenado como estaba, con los guardias presentes, asegurándose que no era para tomar el padre algún tipo de represalia. El padre sentía que no podía dejar escapar la oportunidad de mirar a los ojos al asesino de su hija, los mismos ojos que su hija había visto antes de que perdiera la vida, y que difícilmente igual luego no se le presentaría otra oportunidad.

Cuando llegó el momento de dirigirse a él, se encontró muy calmado. Después de un breve silencio, le dijo que ya no estaba enfadado o resentido hacia él, aunque había sentido mucho dolor por lo que le había hecho y que la madre aún continuaba destrozada. Le dijo que lo que sentía era mucha compasión hacia él y que le deseaba que de alguna forma pudiera dar un cambio a su vida. Le acabo diciendo que rezaría por él y que en su corazón sólo existía el perdón y la comprensión. La cara del chico reflejaba su desconcierto y no pudo articular palabra, pero sus ojos y expresión cambiaron por completo. Los guardias se lo llevaron sin miramientos, con la cabeza baja.

Aquel día, cuando el padre salió de la Corte de Justicia y llegó a su casa, sintió una gran calma. Ya no había ningún sentimiento negativo en su corazón y el hecho de haber podido perdonar al asesino de su hija, le había dado una gran paz y tranquilidad. Ya no se sentía más una víctima y se había liberado de sus negativos pensamientos. Poco a poco su vida recuperó la normalidad y ayudó a hacer lo mismo a su familia. En la actualidad está colaborando con una ONG que ayuda a los presos a reincorporarse a la vida civil y también ayuda a personas que están pasando por su misma experiencia. Si él lo ha logrado puede ayudar a otros a hacer lo mismo.

Y aquí se acaba esta historia, y como es lo habitual, os preguntaré si ¿creeis que alguno de mis dos amigos cambió su forma de pensar al respecto?¿sois partidarios de la pena de muerte?